martes, 24 de febrero de 2009

LOS CAMBIOS EN LAS FRONTERAS POLACAS (1945): LÍNEAS CURZÓN Y ODER-NEISSE


Tras la última partición del territorio polaco, llevada a cabo en 1795 por Prusia, el Imperio Ruso y el Imperio Austriaco, Polonia desapareció del mapa como estado independiente. Durante varios siglos Había sido una gran potencia en la Europa Oriental. Jagiello fue su primer monarca, de origen lituano, casó con la princesa polaca Jadwiga en 1386, dando comienzo así a uno de los estados más florecientes y poderosos de la zona durante los siguientes tres siglos. Pero ya en el siglo XVII había comenzado a mostrar síntomas de decadencia y debilidad. Rodeada por todas partes por estados que en esos momentos comenzaban a crecer territorial, política y militarmente, no pudo hacer frente a tales amenazas. Primero los suecos, durante el siglo XVII y más tarde a fines de dicho siglo y durante el XVIII rusos, prusianos y austriacos, se fueron haciendo poco a poco con el control del territorio de la una vez grandiosa Confederación Polaco-Lituana, también conocida como República de las dos naciones.

Aunque durante el siglo XIX hubo numerosos intentos de revoluciones y levantamientos contra los poderes ocupantes, no fue hasta el final de la I Guerra Mundial en que Polonia pudo de una vez por todas liberarse del yugo extranjero y recuperar tanto la unidad como la independencia. Austriacos y alemanes derrotados y el Imperio Ruso en plena revolución y guerra civil ya no eran capaces de mantener su control sobre el país.

Entre 1919 y 1920, en el contexto de la Guerra Civil Rusa, estalló el conflicto entre el nuevo estado polaco y la URSS. Durante este conflicto, de incierto resultado, el máximo responsable del foreing office británico, Lord Curzón, trazó una línea que marcara las fronteras entre ambos estados y que figuraba en un proyecto de armisticio, apoyado por EE.UU. Sin embargo, ni la URSS ni Polonia lo aceptaron. La victoria polaca relegó al olvido dicha línea y dicho armisticio. Las fronteras se trazaron de forma “definitiva” mucho más allá de la original Línea Curzón, dando a Polonia la posesión de unos 135.000 km2.

Sin embargo, en 1938, ante la inminencia del estallido de otra gran conflagración bélica a escala mundial, La URSS llegó a un acuerdo con la Alemania Nazi. El pacto de no agresión germano-soviético, firmado por Von Ribetropp y Molotov, entre otras muchas cosas, acordaba el reparto del territorio polaco, otra vez.

En 1939 Polonia fue invadida desde el oeste por Alemania y desde el este por la URSS, no pudiendo hacer frente a semejante ofensiva. El país fue ocupado y dividido. Sin embargo, los designios del destino cambiarían las relaciones germano-soviéticas en muy poco tiempo. Alemania decidió atacar a los soviéticos en junio de 1941, la Operación Barbarroja llevó a las tropas alemanas hasta las puertas de Moscú. Cuatro años después eran los soviéticos los que llegaban a Berlín. Y durante la Conferencia de Yalta, poco antes de finalizar la guerra, sacaron del baúl de los recuerdos la olvidada Línea Curzón. Británicos y americanos decidieron aceptar dicha línea como la nueva frontera oriental del nuevo estado polaco. A cambio de lo cual, y en compensación de tan grandes pérdidas territoriales, se le concedió a Polonia los territorios alemanes que estaban entre las antiguas fronteras occidentales polacas y los ríos Oder y Neisse. Esta línea de demarcación había sido ya propuesta por la URSS en la Conferencia de Teherán, al igual que la línea Curzón, pero habían sido ambas rechazadas por americanos y británicos. En la Conferencia de Yalta se aceptaron y en la Conferencia de Postdam se llevaron a cabo los cambios. Esto supuso la entrega a Polonia de territorios históricamente alemanes, unos 187.000km2 a cambio de los 112.000km2 cedidos en el este a los soviéticos.

Todo este movimiento fronterizo supuso la expulsión de sus hogares de cientos de miles de alemanes, siendo ocupados por polacos venidos de la parte oriental del país ahora en manos soviéticas. Esta solución tan poco humanitaria fue apoyada por muchos, o al menos no hubo grandes protestas, viendo que anteriormente los alemanes habían hecho lo mismo con grandes cantidades de población polacas y rusas.

La URSS vio en este cambio un gran beneficio, pues supuso que Alemania no reconocería nunca el nuevo estatus fronterizo y que Polonia, al ser un estado débil, se volvería hacia la URSS buscando su protección. Al mismo tiempo, Polonia vía más factible la defensa de la nueva frontera, pues era mucho menor en longitud (472 km), mucho más fácil de defender.

En 1950 la República Democrática Alemana firmaba un tratado de reconocimiento de las fronteras establecidas en 1945. Sin embargo, ni las potencias occidentales ni la República Federal Alemana reconocieron estos nuevos límites. No sería hasta 1970 en que el canciller Willy Brandt las reconoció. Tras la reunificación alemana en 1990 se ratificó el acuerdo reconociendo las actuales fronteras, siendo ratificado definitivamente en 1992 en el Tratado de Buena Vecindad entre Alemania y Polonia.

Hoy en día, aun viven en Polonia más de 150.000 alemanes étnicos.

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