martes, 1 de septiembre de 2009

INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

1 de septiembre de 2009, 70 aniversario de la batalla de Westerplatte . El buque germano Schleswig-Holstein bombardea la fortaleza polaca situada en la peninsula del mismo nombre. Da comienzo el primer acto de la Segunda Guerra Mundial. Francia y el Reino Unido se ven obligados a declarar la guerra a Alemania, el 3 de septiembre, pero las hostilidades entre ellas se van a retrasar hasta el 10 de mayo de 1940 (periodo que se conoce como Drôle de guerre o guerra falsa). El gobierno galo y del Reino Unido no cumplieron sus compromisos de apoyo a Polonia y la dejaron sola ante el ataque germano por el oeste y el posterior ataque soviético por el este, que se iniciará el 17 de septiembre. Esto es lo que se conoce como la "Tración Occidental".

viernes, 24 de julio de 2009

LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO: EL LUDISMO


El Ludismo se trató de un movimiento, en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX, de oposición a la introduccion de maquinaria moderna en el proceso de producción mediante su destrucción violenta, iniciándose primeramente en la industria textil y propagándose posteriormente al campo.

Durante la Edad Media, los gremios artesanales habían desarrollado una rigurosa reglamentación por la que se había logrado organizar a los trabajadores y evitar la competencia, estableciendo jornadas laborales equilibradas e iguales. Sin embargo, desde mediados del siglo XVIII, con el inicio de la Revolución Industrial y la extensión del sistema fabril, todo esto había llegado a su fin.

Se pasó de desempeñar un trabajo artesanal bien remunerado y considerado socialmente a trabajar en fábricas por un salario ínfimo o verse en la calle sin nada con que alimentar a la familia. La antigua estructura social, las costumbres,... estaban muriendo, dando paso a una nueva sociedad, la industrial, con nuevos valores de progreso y búsqueda del beneficio a cualquier precio. El Ludismo fue una respuesta violenta al aumento del paro por la introducción de maquinaria y dio origen al sentimiento de unidad de los trabajadores.

El movimiento se desarrolló entre 1800 y 1830 en Inglaterra, en el conocido como triángulo ludista (entre los condados de Yorkshire, Lancashire, Cheshire, Derbyshire y Nottinghamshire). Aunque se habla de que los comienzos del movimiento están en 1779, en que el mítico Ned Ludd, supuesto tejedor, destrozó el telar mecánico en el que trabajaba. Durante este periodo, se produjeron amenazas, tumultos y desórdenes que asustaron a los patronos y provocaron la intervención del gobierno, se enviaron tropas para sofocar las revueltas y se llevaron a cabo juicios sumarios, con testigos falsos y casi sin pruebas, ajusticiando a los cabecillas.

Las causas, como ya hemos dicho anteriormente, eran principalmente la precariedad laboral y social creada por la introducción de las nuevas máquinas en la producción textil, llevando a la ruina a los telares tradicionales, que no podían competir y arruinado a los artesanos, que perdieron sus negocios.

La agitación se extendió al campo donde el supuesto "Capitán Swing" y sus seguidores dirigieron sus iras contra las trilladoras.

El movimiento alcanzó su cénit en los años 1811 y 1812, durante los cuales se produjeron gravísimos incidentes, reprimidos duramente por el gobierno. Detenidos, juzgados y ahorcados unos treinta individuos, considerados los cabecillas de las revueltas.

Poco más tarde, el movimiento se extendió por parte del Continente. Hubo motines de este tipo en Francia (1817 y 1823), España (en Alcoy en 1821 y Barcelona en 1835), Belgica, Alemania,...

Todo esto será el precedente de otras acciones mejor organizadas, que se dirigirán contra los empresarios, no contra las máquinas.

Este movimiento tiene rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen, frecuentes en los periodos de las crisis de subsistencia, ya que son espontáneos y no tienen ideología política, pero también tiene peculiaridades modernas propias de los movimientos obreros de la segunda mitad del siglo XIX.

jueves, 23 de julio de 2009

LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO: EL CARTISMO


El movimiento obrero cartista surge de la conjunción de diversos factores y circunstancias.

En primer lugar, la espantosa miseria de la clase obrera, agravada por la crisis económica que, iniciada en 1836, se prolonga hasta 1843; después, la frustración producida entre los trabajadores – y en los radicales burgueses- por la reforma electoral de 1832, todavía muy alejada del sufragio universal, y finalmente, la difusión entre los obreros de las ideas socialistas a través de una serie de autores.

El cartismo, iniciado en 1837, se fundamentó en dos documentos: una petición nacional, preparada por R. K. Douglas, y un proyecto previo de Loret, que recogían los seis puntos inspiradores del movimiento:

1- Sufragio universal
2- Parlamentos anuales
3- Voto secreto
4- Suspensión de la obligación de ser propietario para ser miembro del Parlamento
5- Dietas a los miembros del Parlamento
6- Circunscripciones electorales iguales

El movimiento prendió con una inmensa fuerza en las masas, resumiendo todas las aspiraciones y encuadrando a las principales corrientes del movimiento obrero: la sindicalista, preocupada ante todo por reivindicaciones profesionales, y la radical o comunista, para la que la obtención de los seis puntos no eran más que un paso importante para lograr el poder político con el que cambiar el orden social. Con el cartismo la clase obrera se hizo más consciente, no sólo de los males de la opresión que padecía, sino también de su poder potencial.

En el movimiento se integran diversos grupos: radicales burgueses, artesanos, tejedores manuales, obreros fabriles y mineros, que era el grupo más sólido y de actitud más firme. Se trataba pues de un movimiento complejo. Su fuerza radicó en la capacidad de integrar a grupos distintos. Esta diferenciación interna fue también su debilidad.

El desarrollo del cartismo permite distinguir varias fases:

1.- Iniciado en 1837, crece de forma explosiva, produciéndose concentraciones de masas de magnitudes hasta entonces desconocidas (200.000 en Birmingham, 250.000 cerca de Manchester,…) se recogen firmas para una petición formalmente dirigida al Parlamento en demanda de los “Seis Puntos” y se convoca una convención como órgano de dirección.

El 12 de julio de 1838, el Parlamento rechazaría la petición por 235 votos contra 46. La Convención no fue capaz (muchos de sus miembros estaban llenos de prejuicios legalistas) de adoptar una decisión enérgica y la represión gubernamental determinó su disolución el 12 de septiembre del mismo año y el paso del cartismo a la clandestinidad. Durante el año siguiente parece que hubo proyectos de insurrección armada, pero detenidos los dirigentes más destacados, la actividad cartista fue decayendo y el movimiento parecía acabado a principios de 1840.

2.- La segunda fase, iniciada en 1841, tras un proceso de reflexión en el que los dirigentes cartistas se dan cuenta de la necesidad de una organización más fuerte, con una dirección centralizada y de un contacto más estrecho con las organizaciones sindicales, supone la creación del que se ha considerado el primer partido auténtico de clase obrera, la Asociación Nacional de la Carta (National Chart Association), que aumenta rápidamente. Se emprende la campaña a favor de una segunda petición nacional que, aun reuniendo más de tres millones de votos, será, como la primera, rechazada por el Parlamento.

Como la fase anterior, la Convención cartista tampoco pudo adoptar una actitud enérgica. Ni siquiera la Asociación Nacional de la Carta fue capaz de orientar la agitación obrera espontánea.

El gobierno lanzó una nueva oleada represiva, la crisis económica cedió en parte, y el cartismo, carente de una adecuada dicción, pareció extinguido.

3.- A partir de 1845 crece en la clase trabajadora, sobre todo entre los obreros cualificados. Ha habido cierto aumento salarial, se han conseguido algunas mejoras como la ley de las Diez Horas y la tendencia ha cambiado hacia un sindicalismo apolítico, como medio eficiente para mejorar la situación obrera.

El cartismo, pues, sólo contará desde entonces con los obreros no cualificados y con una minoría socialista muy preparada. Por lo tanto, el resurgir cartista de 1847-1848 tenía un carácter revolucionario más claro, pero no contaba ya con las masas de otros tiempos. Una nueva petición, con cerca de dos millones de firmas, fue, como siempre, rechazada por el Parlamento, y esta vez el cartismo, como fuerza política organizada no sobrevivió a la represión.

El cartismo fue, pues, derrotado, pero su significación dentro de la historia del moviendo obrero es grande. Los obreros ingleses mostraron por una parte a los obreros de una parte del continente la posibilidad de un moviendo político verdaderamente nacional de la clase obrera, y por otra, que era posible hacer salir al poder público del abstencionismo y obligarle a intervenir en la vida económica.

En efecto, al cartismo se deben, entre otras, la Ley de las Diez Horas, la Ley de Minas de 1842 y la Ley de Fábricas de 1844.

Engels escribiría en TheBritish Labour Movement: “la clase obrera de Gran Bretaña ha luchado ardientemente e incluso violentamente durante años por la Carta del Pueblo… Ha sido vencida, pero la lucha impresionó de tal forma a la burguesía victoriosa, que desde entonces se siente dichosa si puede conseguir un armisticio prolongado al precio de concesiones sucesivas a los trabajadores”.

Asimismo, su influjo en el marxismo, a través de sus líderes y del conocimiento directo que Marx y Engels, residentes durante aquel tiempo en Inglaterra, relacionados con sus hombres, tuvieron del cartismo es indudable.

Sin embargo, en Inglaterra, el fracaso cartista orientó a las masas obreras, la elaboración de las doctrinas socialistas continuará firme y sostenidamente hacia un sindicalismo escasamente politizado, hacia una aceptación del sistema existente dentro del que pensaban podrían mejorarse sus condiciones de vida.

jueves, 21 de mayo de 2009

EL NACIMIENTO DE DOS NACIONES: LOS ORÍGENES DE FRANCIA Y ALEMANIA Y SUS RIVALIDADES




División realizada tras el tratado de Meerssen


Desde muy antiguo los pueblos germanos habían presionado las fronteras del Imperio Romano, pero no fue hasta el siglo V en que las invasiones llegaron a su punto culminante. Los hunos, venidos desde las estepas del centro de Asia empujaron a los pueblos que encontraban a su paso. Mucho más poderosos que ellos, los obligaban a huir. Pero ¿hacia dónde? La única solución era el Imperio. Suevos, Vándalos, Alanos, Godos, Borgoñones, Sajones, anglos, francos, jutos, frisones … Todos ellos comenzaron a cruzar el limes romano y a asentarse dentro del Imperio Romano.
Finalmente, y viendo el Imperio Occidental que nada podría hacer por la fuerza, decidió asimilarlos, como tantas y tantas veces había hecho con los pueblos derrotados durante tantos siglos. Se les admitió como federados y contribuyeron en gran medida a la derrota de la gran amenaza que se cernía sobre occidente, Atila y los hunos, en la batalla de los Campos cataláunicos.
Los pueblos más importantes finalmente se asentaron en las zonas más importantes y ricas. Los Visigodos pasaron a Hispania, tras un breve periodo en el que fueron los dueños y señores de gran parte de la Galia. Los francos, tras derrotar a los visigodos se hicieron con el control de la Galia. En el norte de Italia, mientras tanto, eran los lombardos los que finalmente se hacían con el control, situando la capital de su reino en Pavía.
Fueron los francos los que demostraron un mayor poder militar y comenzaron su expansión. En el siglo VIII lograron detener el avance musulmán que venía desde Hispania en la Batalla de Poitiers (732). Poco tiempo después, en el año 800, su rey Carlomagno recibía la dignidad imperial de manos del papa León III, el día de Navidad. Aquí tendría su origen más remoto lo que más tarde se conocerá como la “Querella de las investiduras” que tendría lugar entre los siglos XI y XII.
Pero el problema que nos afecta en este caso nace algo más adelante. Carlomagno deja en herencia su gran imperio a su único hijo, Ludovico Pío. Según la tradición de los francos, la herencia debe ser repartida entre todos los sucesores. Por lo tanto, para Carlomagno no hubo ningún problema, pues tan sólo le había sobrevivido uno de sus hijos. El problema fue que Ludovico Pío tenía tres, y todos ellos eran ambiciosos. Antes incluso de la muerte de su padre ya habían comenzado las hostilidades, no sólo entre ellos sino también contra su padre el emperador con la intención de hacerse con la parte más grande posible del pastel imperial. Ludovico había dejado escrito desde hacía mucho tiempo que el hijo mayor debería ser reconocido como emperador, mientras que sus otros hijos serían reconocidos como reyes, pero que estarían bajo el estricto control del emperador.
Fue en 840 cuando murió Ludovico Pío, pero las cosas no se solucionaron hasta tres años después. Los tres hermanos llegaron a un acuerdo, se firmó el Tratado de Verdún que dividía en tres el antiguo imperio carolingio. Carlos el Calvo, el hijo menor, recibía lo que hoy se conoce como Francia, la Francia Occidental (desde los Pirineos hasta los ríos Somme, Mosa y Rin); Luis el Germánico recibía la Francia Oriental (Sajonia y Baviera); el hijo mayor, Lotario I, recibía la dignidad imperial junto con un conjunto heterogéneo de dominios, encajonados entre los dos anteriores reinos, que era conocido como Reino Medio y que incluían las tierras al este y al oeste del río Rin, Borgoña, Provenza y los territorios que tanto Carlomagno como Ludovico Pío habían regido en Italia, incluían además los centros de poder francos (Roma, ciudad tradicional de coronación de los emperadores, Pavía, capital del reino lomabardo y Aix, ciudad fundada por Carlomagno escogida para convertirse en la nueva Roma del norte).
Tras este acuerdo la situación pareció estabilizarse, pero cuando el emperador Lotario I murió, sus territorios volvieron a ser objeto de una nueva partición entre sus tres hijos. Tras el Tratado de Prüm, Italia y la dignidad de emperador quedaba para su hijo mayor, Luis; Provenza y Borgoña quedaron para Carlos y las tierras del norte para Lotario II (después de este fueron conocidas como Lotaringia). A la muerte de Carlos de Provenza, el emperador Luis logró hacerse con el control de sus estados. Pero no ocurrió lo mismo con la Lotaringia a la muerte de su hermano Lotario II, pues se hallaba distraído con las luchas contra los sarracenos. La Lotaringia fue dividida entre sus tíos Carlos el Calvo y Luis el Germánico mediante el tratado de Meerssen, que se firmó hacia el año 870. Lotaringia desaparecía como tal y las fronteras de la Francia Occidental y la Francia Oriental (actual Alemania) se movían las unas hacia las otras hasta entrar en contacto directo. Este es pues el origen de Francia y Alemania.

viernes, 17 de abril de 2009

LA INVASIÓN SILENCIADA: INVASIÓN SOVIÉTICA DE POLONIA (1939)



El 1 de septiembre de 1945, las tropas alemanas penetraban en Polonia a través de sus fronteras occidentales. Daba comienzo la conocida como Operación Fall Weiß (Invasión de Polonia).

Previamente, el 23 de agosto, se había llegado a un acuerdo entre la Alemania Nazi, representada por su ministro de asuntos exteriores, Von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov, su homólogo de la URSS. Este pacto supuso la partición del territorio polaco en dos sectores, dos áreas de influencia, una alemana y otra soviética.

La URSS había visto con gran preocupación como Alemania, bajo el nuevo régimen instaurado en 1933, había iniciado un expansionismo industrial y geográfico que se había tragado Austria y Checoslovaquia y había remilitarizado el Sarre, todo ello sin la oposición de las potencias que aparentemente debían garantizar la paz en Europa. Francia y el Reino Unido optaron entonces por llevar a cabo una política de apaciguamiento con el III Reich.

No es de extrañar que Stalin viera con temor todo lo que estaba sucediendo en el corazón de Europa. Ya desde principios de 1939 la URSS había intentado llegar a acuerdos de cooperación militar con Polonia y Rumanía. Veía lo que se le venía encima y trataba de atajar el problema antes de que le estallara en las narices. Pero polacos y rumanos se negaron a pactar. Se negaron a permitir que tropas soviéticas transitaran por sus territorios libremente para hacer frente a la amenaza. Consideraban, no sin razón, que permitir la entrada de tropas soviéticas en sus territorios podría ser un peligro al menos igual al que suponía la amenaza nazi. Sobre todo los polacos conocían de primera mano lo que suponía estar bajo el yugo ruso y lo que suponía el permitir la entrada de tropas soviéticas (tras la Guerra Polaco-Soviética en 1920).

Por ello, Stalin decidió cambiar de estrategia. Como ya hemos comentado anteriormente, el 23 de agosto de 1939, ante todos estos sucesos, la URSS firma un pacto de no agresión con los nazis. Tras el inicio de la invasión alemana el 1 de septiembre se produjo la rápida derrota del ejército polaco. Los soviéticos decidieron actuar. El motivo: los ciudadanos bielorrusos y ucranianos que vivían en Polonia no tenían garantizada su seguridad tras la caída del gobierno polaco.

El Reino Unido y Francia, que ya se habían negado a ayudar a la II República Española en la Guerra Civil, habían condenado la invasión alemana y habían declarado la guerra a los nazis, pero no dijeron absolutamente nada ante la entrada de tropas soviéticas en “su sector” de Polonia. Buscaban desesperadamente una alianza con la URSS que les permitiera hacer frente al avance alemán en el frente occidental. A pesar de los tratados de apoyo militar y económico firmados por las potencias occidentales con Polonia, estas decidieron dejarla sola ante los dos gigantes.

Cierto es que tanto Francia como el Reino Unido, habiendo dado un plazo de dos días a los alemanes para retirarse de Polonia, declararon la guerra al III Reich (junto con Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y Canadá). Sin embargo, la movilización francesa se hizo con extrema lentitud, lanzando una “ofensiva de demostración” contra el Sarre, que pronto abandonaron, y los británicos no pudieron hacer llegar a cabo ningún tipo de apoyo a Polonia. El 8 de septiembre los alemanes llegaban a Varsovia y la ciudad caía menos de un mes después, el 6 de noviembre, en sus manos de forma definitiva. Aún así, Polonia nunca se rindió a los alemanes y aportó un significativo número de hombres a la lucha.

A partir de este momento y hasta el 10 de mayo de 1940, comienza lo que el periodista francés Ronald Dorgelès bautizó como guerra de broma(Drôle de Guerre en francés o Sitzkrieg en alemán). Durante el casi un año transcurrido desde la declaración de guerra por parte de las potencias occidentales y la ofensiva alemana que conquistaría Francia y expulsaría de suelo europeo a la BEF (Fuerza Expedicionaria Británica), franceses y británicos se limitaron a ver como los alemanes se reorganizaban al otro lado de la Línea Maginot y casi no existieron combates. Vieron como la URSS atacaba y derrotaba (con grandes dificultades) a Finlandia y como los alemanes ocupaban Dinamarca y Noruega el 9 de abril de 1940.

Durante la guerra se filmaron numerosas películas en las que se afirmaban que Polonia no estaba sola pues las potencias occidentales la apoyaban contra la invasión alemana. En primer lugar, parece que no es cierta esa afirmación y en segundo lugar jamás se habla en ellas de la invasión rusa.

martes, 24 de febrero de 2009

LOS CAMBIOS EN LAS FRONTERAS POLACAS (1945): LÍNEAS CURZÓN Y ODER-NEISSE


Tras la última partición del territorio polaco, llevada a cabo en 1795 por Prusia, el Imperio Ruso y el Imperio Austriaco, Polonia desapareció del mapa como estado independiente. Durante varios siglos Había sido una gran potencia en la Europa Oriental. Jagiello fue su primer monarca, de origen lituano, casó con la princesa polaca Jadwiga en 1386, dando comienzo así a uno de los estados más florecientes y poderosos de la zona durante los siguientes tres siglos. Pero ya en el siglo XVII había comenzado a mostrar síntomas de decadencia y debilidad. Rodeada por todas partes por estados que en esos momentos comenzaban a crecer territorial, política y militarmente, no pudo hacer frente a tales amenazas. Primero los suecos, durante el siglo XVII y más tarde a fines de dicho siglo y durante el XVIII rusos, prusianos y austriacos, se fueron haciendo poco a poco con el control del territorio de la una vez grandiosa Confederación Polaco-Lituana, también conocida como República de las dos naciones.

Aunque durante el siglo XIX hubo numerosos intentos de revoluciones y levantamientos contra los poderes ocupantes, no fue hasta el final de la I Guerra Mundial en que Polonia pudo de una vez por todas liberarse del yugo extranjero y recuperar tanto la unidad como la independencia. Austriacos y alemanes derrotados y el Imperio Ruso en plena revolución y guerra civil ya no eran capaces de mantener su control sobre el país.

Entre 1919 y 1920, en el contexto de la Guerra Civil Rusa, estalló el conflicto entre el nuevo estado polaco y la URSS. Durante este conflicto, de incierto resultado, el máximo responsable del foreing office británico, Lord Curzón, trazó una línea que marcara las fronteras entre ambos estados y que figuraba en un proyecto de armisticio, apoyado por EE.UU. Sin embargo, ni la URSS ni Polonia lo aceptaron. La victoria polaca relegó al olvido dicha línea y dicho armisticio. Las fronteras se trazaron de forma “definitiva” mucho más allá de la original Línea Curzón, dando a Polonia la posesión de unos 135.000 km2.

Sin embargo, en 1938, ante la inminencia del estallido de otra gran conflagración bélica a escala mundial, La URSS llegó a un acuerdo con la Alemania Nazi. El pacto de no agresión germano-soviético, firmado por Von Ribetropp y Molotov, entre otras muchas cosas, acordaba el reparto del territorio polaco, otra vez.

En 1939 Polonia fue invadida desde el oeste por Alemania y desde el este por la URSS, no pudiendo hacer frente a semejante ofensiva. El país fue ocupado y dividido. Sin embargo, los designios del destino cambiarían las relaciones germano-soviéticas en muy poco tiempo. Alemania decidió atacar a los soviéticos en junio de 1941, la Operación Barbarroja llevó a las tropas alemanas hasta las puertas de Moscú. Cuatro años después eran los soviéticos los que llegaban a Berlín. Y durante la Conferencia de Yalta, poco antes de finalizar la guerra, sacaron del baúl de los recuerdos la olvidada Línea Curzón. Británicos y americanos decidieron aceptar dicha línea como la nueva frontera oriental del nuevo estado polaco. A cambio de lo cual, y en compensación de tan grandes pérdidas territoriales, se le concedió a Polonia los territorios alemanes que estaban entre las antiguas fronteras occidentales polacas y los ríos Oder y Neisse. Esta línea de demarcación había sido ya propuesta por la URSS en la Conferencia de Teherán, al igual que la línea Curzón, pero habían sido ambas rechazadas por americanos y británicos. En la Conferencia de Yalta se aceptaron y en la Conferencia de Postdam se llevaron a cabo los cambios. Esto supuso la entrega a Polonia de territorios históricamente alemanes, unos 187.000km2 a cambio de los 112.000km2 cedidos en el este a los soviéticos.

Todo este movimiento fronterizo supuso la expulsión de sus hogares de cientos de miles de alemanes, siendo ocupados por polacos venidos de la parte oriental del país ahora en manos soviéticas. Esta solución tan poco humanitaria fue apoyada por muchos, o al menos no hubo grandes protestas, viendo que anteriormente los alemanes habían hecho lo mismo con grandes cantidades de población polacas y rusas.

La URSS vio en este cambio un gran beneficio, pues supuso que Alemania no reconocería nunca el nuevo estatus fronterizo y que Polonia, al ser un estado débil, se volvería hacia la URSS buscando su protección. Al mismo tiempo, Polonia vía más factible la defensa de la nueva frontera, pues era mucho menor en longitud (472 km), mucho más fácil de defender.

En 1950 la República Democrática Alemana firmaba un tratado de reconocimiento de las fronteras establecidas en 1945. Sin embargo, ni las potencias occidentales ni la República Federal Alemana reconocieron estos nuevos límites. No sería hasta 1970 en que el canciller Willy Brandt las reconoció. Tras la reunificación alemana en 1990 se ratificó el acuerdo reconociendo las actuales fronteras, siendo ratificado definitivamente en 1992 en el Tratado de Buena Vecindad entre Alemania y Polonia.

Hoy en día, aun viven en Polonia más de 150.000 alemanes étnicos.